Pintar una pared es mucho más fácil que descascararla.

Pasamos todo el tiempo al lado de la historia. Casa venidas a menos; parques llenos de pasto sin cortar; ramitas que crecen entre los musgos de los bordes rotos de las fachadas. Paredes mal revocadas y casas emparchadas en miles de refacciones. E infinidad de detalles que son derribados para crear nuevos edificios, nuevas historias.

Desde el colectivo observo una fado más, e imagino el momento en que fue construida. Imagino un paisaje distinto, pero no distante. Andamios pegados a las paredes y artistas orgullosos de cada relieve. Personas van y vienen, y sueñan. Sueñan con su nueva casa de bellas fachadas de estilo europeo. Pasillos de mosaicos blancos, negros y terracota. Ventanales con enrejados forjados y labrados de flores y detalles que compiten con los colectivos que pasan por la calle de bello empedrado.

Sueños. La gente va y viene con sus sueños. Que con el tiempo, capa tras capa, agregan y quitan de la escultura de la casa y la vida, embriagados en cada presente.

Pero nadie puede escapar a ello. Algún día seré pasado. Algún día seré, más que un antepasado, una hipótesis para mis descendientes. Y algún día seré finalmente nada. Ni la realización del sueño de bisnieto, ni la sombra del tatarabuelo en los juegos de la infancia.

Alguien utilizara parte de mi arte para su arte, o lo demolerá para ocupar su espacio. Hará justicia, y a la vez, será perdonado.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
PARÁ JORGE!!! NO TE SUICIDES QUE TODAVÍA NO ESTÁS EN PELIGRO DE DERRUMBE!!!!!!!!!!!

YA SERÁS HISTORIA, PERO POR EL MOMENTO, HAZLA...........

BESOS
Jorge Nicolás Mikitiuk ha dicho que…
No lo sé... Para suicidarse hay que ser valiente y estúpido. Quizás todavía no soy lo suficientemente valiente o estupido. Y uno nunca sabe las vueltas que va a dar la vida.

Una vez leí un relato que decía algo así:
En un lejano país unos chicos jugaban a la pelota, de repente uno recibió un golpe que le quebro la pierna. Llevaron el chico llorando a su casa y su vecino al verlo le dijo al padre: "Que mala suerte, a tu hijo le quebraron una pierna." Y el padre le respondio: "Buena suerte, mala suerte, uno nunca sabe."
Al poco tiempo, el país entró en guerra, todos los jovenes eran reclutados, pero como el chico tenía la pierna quebrada no lo llevaron. Entonces el vecino al encontrar nuevamente al padre le dijo: "Que buena suerte tuvo tu hijo, al tener la pierna quebrada no tuvo que ir a la guerra." Y el padre le respondió: "Buena suerte, mala suerte, uno nunca sabe."
Pasó el tiempo y terminó la guerra, a los jovenes que volvieron los trataron como héroes y los condecoraron. El vecino nuevamente, al encontrar al padre le dijo: "Que mala suerte tuvo tu hijo, al no ir a la guerra no fue premiado." Y el padre le dijo: "Buena suerte mala suerte, uno nunca sabe..."

El relato me gusta, y tiene mucho de cierto, y al llevarlo como fórmula de vida uno se desapega. Pero aun no sé si eso es bueno o malo...

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